Ѽ Deshielo es un editorial digital de poesía nacida en 2016. Todos los libros son gratuitos, sostenidos por donaciones voluntarias.

Tiene tres colecciones: Primer libro, dedicada a poetas que publican por primera vez, Rescate que reedita aquellos libros, agotados en papel, de poetas reconocidos; y Mediodía enfocada en producciones actuales de poetas contemporáneos.

Ѽ Deshielo acompaña la transformación y la celebra. Enlaza escrituras que se asoman por primera vez al campo editorial con otras, ampliamente difundidas y señaladas por la crítica, pero que habían quedado momentáneamente suspendidas en su visibilidad.

En estos gestos reside la razón de ser de esta editorial que cuidadosamente ha decidido potenciar estos dos extremos. Lo nuevo con su urgencia y ebullición, pero con escasas posibilidades para su primera edición; y lo consagrado, pero inaccesible para nuevas generaciones de lectores.

El comité editorial está conformado por Clara Muschietti, Alejandro Méndez y Laura Wittner.

Temporada de armas,  de Lucía Hourest (colección Primer Libro) y La demora,  de Carlos Battilana  (colección Rescate) son los dos primeros títulos de la editorial.

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Ereaders (tinta electrónica)
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 Foto: Clara Muschietti

 

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La editorial Siesta publicó la primera edición -en papel- de La demora  de Carlos Battilana, en 2003.

«…Los mismos versos del primer poema de La demora conducen a otro plano central de la poesía de Battilana. Ese «algo» que se insinúa es casi todo lo que puede decirse del presente y pertenece menos al presente que a un tiempo todavía por venir. Erosionadas por la demora, las cosas inmediatas se vuelven inasibles, evanescentes; su ámbito es un sitio árido, congelado. También en este aspecto puede seguirse un traslado del yo hacia el entorno: «Hay un bosque helado/ dentro de mi pecho», se lee en Unos días. El vacío, el blanco, se posan ahora en el mundo exterior. La demora refiere, por definición, a una situación negativa, a un estado de privación agravado por la espera. Alude, también, a algo que no ha ocurrido y a lo que parece supeditado lo que acontece: el hilo del que pende una existencia. La actividad de la escritura aparece comprometida por esa carencia: el yo que habla se encuentra «atascado por los papeles y las palabras» («Hombres»), así como en El fin del verano «algo atasca, atormenta» y el cuarto de trabajo supone una distancia de aquello que se persigue.

En el tránsito de esa inmovilidad, se dice, «lo que resulta cierto/ son los días». Pero es la ilusión de «los días antiguos», allí donde brilla el espejismo de la plenitud («El gallo»), lo que resplandece en los lugares más próximos («Aparición») y a la vez se sustrae al yo, permanece como algo distante y entonces desconocido, cada vez más ajeno. El pasado contiene una huella que se intenta retomar: deseo que no se sostiene y en consecuencia no puede ser abandonado. La eventual restitución de aquel tiempo se manifiesta como imposible; en su lugar surge y se hace insistente la pregunta por «los magnos días» (en una perspectiva que hace pensar en la tradición del tópico, a partir de François Villon: mais où sont les neiges d´antan?). No hay una línea clara, sin embargo, que comunique ese pasado con el presente de la escritura; en todo caso el vínculo consiste en una separación («El gallo»), y quizá precisamente por esa dolorosa razón se escribe. En El fin del verano, eso en apariencia perdido irrumpe de forma imprevista, al modo de una asociación: «Hoy, sin cauce ni conversación, recuerdo uno o dos episodios antiguos». La continuidad que se busca no se formula en el plano de la sucesión corriente. La apelación a las estaciones, en particular la oposición del verano y el invierno, motivo lateral pero insistente en los poemas, tampoco es la madeja de donde se sueltan los hilos. El poema no apunta a la celebración de los hitos del calendario, ni a la meditación sobre los ciclos que parecen repetirse sin cambios: «lo que sirve/ es este intermedio que nos sostiene», es decir, la demora…»

Osvaldo Aguirre